"El Patito Feo".

Aquel verano, entre los huevos de mamá pata apareció uno más grande; no lo había puesto ella ni sabía de dónde podía venir, pero puesto que estaba allí lo incubó como los demás.
Por fin se rompió y salió de su interior un patito raro, grande y desgarbado, de un sucio color grisáceo.
-No importa que sea raro y feo -- dijo mamá pata --. Es mi hijo como los demás.
Pero los otros patos, incluidos sus hermanos, no hacían más que burlarse del patito feo, por ser tan desgarbado, hasta que éste, lleno de pena, se marchó de la granja.
Llegó el invierno, empezó a caer nieve y a helarse el agua de los estanques. Hacía muchísimo frío, y un día el patito vio elevarse en el cielo una aves maravillosas de largo cuello y hermoso plumaje blanco; eran cisnes que emigraban hacia lugares más cálidos para pasar el invierno.
Al ver a los cisnes, el patito feo sintió una gran emoción y un deseo fortísimo de volar con ellos, pero aún era pequeño y sus alas apenas le permitían revolotear un poco.
De penalidad en penalidad, pasó el invierno, y al llegar la primavera el patito feo, que había crecido bastante, voló hacia el bosque en busca de un lago.
De pronto vio tres cisnes blancos y majestuosos volar hacia un estanque, y no pudo vencer la tentación de seguirlos.
Se posó en el agua junto a ellos, pensando: "Seguramente me echarán al verme tan feo y desgarbado".
Los cisnes se acercaron al patito, que agachó la cabeza avergonzado, pero entonces vio su imagen reflejada en el agua y cuál no sería su sorpresa al comprobar que, al crecer durante el invierno, él también se había convertido en un cisne majestuoso...
En la plenitud de su belleza, extendió sus blancas alas con orgullo.
¡Por eso les había parecido tan raro a los demás patos, porque era un cisne, y de pequeños los cisnes son grisáceos y desgarbados!!
Y el que había sido el patito feo, convertido en un blanco cisne de un cuello flexible, nadó feliz junto a sus compañeros.
Un día acertaron a pasar por aquel estanque, mamá pata con el resto de sus hijos y se detuvieron a admirar la belleza de aquellos blancos cisnes.
De entre ellos, no tardaron en reconocer al que alguna vez fuera llamado "El Patito Feo".
Al verles, éste salió del agua y se acercó a mamá pata, a la que saludó efusivamente, mientras ella daba muestras de orgullo ante el majestuoso porte de su hijo.
Los otros hermanos bajaron la cabeza, avergonzados.
Pero el que fuera patito feo los perdonó, invitándolos a que nadaran juntos en el estanque.

H. Ch. Andersen

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